Personaje: Leñador (Antoine Degas).
Origen: Cuento.
Saga: Caperucita Roja.
Papel: Héroe, secundario y no reconocido.
Hola soy el “leñador de la caperucita roja” ¡NOOOO!
Mi verdadero nombre es Antoine Degas Perrault, y noooo, no tengo ningún parentesco con el pintor Edgar Degas, nací en 1652 en Francia y aunque no recuerdo muy bien mi infancia, si les puedo decir que nunca conocí a mis padres.
Fui abandonado desde muy chiquito en un bosque cercano a París llamado Bosque de Boulogne, ahí fui rescatado y adoptado, nada más y nada menos que por Charles Perrault. Así es, el famoso autor francés; por lo que ustedes podrían decir que no me fue nada mal, vivía con la aristocracia, en una buena familia, con muchos lujos y dinero, así que ¿qué más podía pedir?
Por alguna extraña razón yo no me sentía cómodo viviendo ahí, ese no era mi hogar, y por mucho que apreciara a mi padre Charles yo no estaba agusto viviendo en la cuidad. Un día a mis 19 años de edad, mi padre me dijo que ya era hora, hora de conocer la verdad. Me llevó al bosque donde me había encontrado y me contó uno de sus característicos y hermosos cuentos, pero este era diferente a los que me había contado antes, este lo contó con más pasión, cariño y dulzura, para mí es su mejor cuento, aunque sea el que las personas menos conocen. Al final del cuento me dijo que esa historia aun no tenía final, que hasta ahora él se había encargado de escribir y darle un camino a esa historia, pero ahora me tocaba a mí seguir adelante con ella. En ese momento me di cuenta de todo, ese cuento no era una de sus historias locas era algo más, era mi historia, la historia de mi vida, es por eso que no estaba a gusto viviendo en la ciudad, también es por eso qué aunque amaba tanto a mi padre y a mi familia, no era completamente feliz; yo no pertenecía ahí, mis raíces salen del bosque y es en el bosque en donde tenía que estar.
A la mañana siguiente hablé con mi padre para comentarle la dura decisión que había tomado, dejar la ciudad e irme a vivir a Boulogne. Al escuchar esto le cambio la cara, no estaba muy conforme con mi decisión, pero me apoyó en todo momento, la única condición que me puso era irlo a visitar mínimo una vez por semana. Obviamente no tenía que pedirlo, él era mi padre así que lo visitaría frecuentemente.
Acostumbrarme a vivir solo fue difícil, pero al cabo de tres meses se fueron dando las cosas y hasta comencé a disfrutarlo. Al pasar un año conocí el bosque como la palma de mi mano, todos los días salgo con mi hacha a talar unos treinta árboles, uno o dos son para mantenerme caliente por las noches y los otros para vender la madera y ganar un poco de dinero, aunque no me hace falta porque mi papá me ayuda cuando paso tiempos difíciles. Talar árboles me gusta y me relaja mucho, mientras lo hago pienso en mis cosas.
Un día mientras talaba un árbol, vi pasar a mujer vestida de rojo, me quedé observándola por un rato y cuando ella volteó tropezó, yo ya sabía que ella tropezaría, todos los que pasan por ahí lo hacen, pero a ella no le avisé, en el fondo quería que tropezara. Al caer tiró una cesta que estaba cargando, amablemente me acerqué para ayudarla a levantar todo, ella con las mejillas más rojas que la caperuza de sus hombros me dio las gracias, su acento y su atuendo me decía que ella venía de la ciudad, y su rostro me hacía ver que no estaba muy cómoda platicando conmigo. En general las personas de la ciudad no se mezclan con las personas del bosque, las personas del bosque suelen ser muy frías y no saben como tratar a las personas, ya que acostumbramos a vivir solos y nuestras costumbres son diferentes, por esta razón los de la ciudad nos tienen un poco de miedo. Noté que la caída le causó un raspón bastante feo en la rodilla derecha, al ver esto saqué de mi mochila agua y unos vendajes para curarle la herida. Mientras le limpiaba el raspón platicamos un rato, le pregunté su nombre y porque estaba tan sola en un bosque peligroso como Boulogne, ella se negó a darme su nombre así que me limité a decirle Rouge (rojo en frances), pero me comentó que estaba en camino a casa de su abuela, ya que la mujer estaba muy enferma y necesitaba ser cuidada, pero Rouge como no conocía bien el bosque se perdió. Me ofrecí a acompañarla pero ella otra vez se negó rotundamente, aunque la había ayudado aun existía esa desconfianza ciudad-bosque, así que le expliqué como llegar y se marchó.
Sabía que esa mujer no llegaría lejos viajando sola por el bosque, y menos con esa caperuza tan roja brillante y limpia sobre su espalda, así que la seguí por todo el camino y la fui defendiendo de todos los peligros que la rodeaban, unos metros antes de llegar a casa de su abuela, se topó de frente con un lobo Huargo, estos lobos son mas grandes de lo normal, pero son muy dóciles, no son nada peligrosos para los humanos, pero los de la ciudad no saben que estos lobos nunca atacan a una persona, es mas son muy buenos y juguetones cuando los sabes tratar, así que ellos los agreden y ellos se defienden. Ella estaba a punto de aventarle la cesta de comida, yo la detuve y me acerque al lobo, lo abrace y me puse a jugar con él, ella miró sorprendida, le dije que se a acercara y que lo tocara, me costó trabajo convencerla pero al final lo hizo y se enamoró del lobo, saqué de mi mochila un conejo que había cazado en el camino y se lo ofrecí al lobo, él lo acepto sin dudarlo un segundo.
Origen: Cuento.
Saga: Caperucita Roja.
Papel: Héroe, secundario y no reconocido.
Hola soy el “leñador de la caperucita roja” ¡NOOOO!
Mi verdadero nombre es Antoine Degas Perrault, y noooo, no tengo ningún parentesco con el pintor Edgar Degas, nací en 1652 en Francia y aunque no recuerdo muy bien mi infancia, si les puedo decir que nunca conocí a mis padres.
Fui abandonado desde muy chiquito en un bosque cercano a París llamado Bosque de Boulogne, ahí fui rescatado y adoptado, nada más y nada menos que por Charles Perrault. Así es, el famoso autor francés; por lo que ustedes podrían decir que no me fue nada mal, vivía con la aristocracia, en una buena familia, con muchos lujos y dinero, así que ¿qué más podía pedir?
Por alguna extraña razón yo no me sentía cómodo viviendo ahí, ese no era mi hogar, y por mucho que apreciara a mi padre Charles yo no estaba agusto viviendo en la cuidad. Un día a mis 19 años de edad, mi padre me dijo que ya era hora, hora de conocer la verdad. Me llevó al bosque donde me había encontrado y me contó uno de sus característicos y hermosos cuentos, pero este era diferente a los que me había contado antes, este lo contó con más pasión, cariño y dulzura, para mí es su mejor cuento, aunque sea el que las personas menos conocen. Al final del cuento me dijo que esa historia aun no tenía final, que hasta ahora él se había encargado de escribir y darle un camino a esa historia, pero ahora me tocaba a mí seguir adelante con ella. En ese momento me di cuenta de todo, ese cuento no era una de sus historias locas era algo más, era mi historia, la historia de mi vida, es por eso que no estaba a gusto viviendo en la ciudad, también es por eso qué aunque amaba tanto a mi padre y a mi familia, no era completamente feliz; yo no pertenecía ahí, mis raíces salen del bosque y es en el bosque en donde tenía que estar.
A la mañana siguiente hablé con mi padre para comentarle la dura decisión que había tomado, dejar la ciudad e irme a vivir a Boulogne. Al escuchar esto le cambio la cara, no estaba muy conforme con mi decisión, pero me apoyó en todo momento, la única condición que me puso era irlo a visitar mínimo una vez por semana. Obviamente no tenía que pedirlo, él era mi padre así que lo visitaría frecuentemente.
Acostumbrarme a vivir solo fue difícil, pero al cabo de tres meses se fueron dando las cosas y hasta comencé a disfrutarlo. Al pasar un año conocí el bosque como la palma de mi mano, todos los días salgo con mi hacha a talar unos treinta árboles, uno o dos son para mantenerme caliente por las noches y los otros para vender la madera y ganar un poco de dinero, aunque no me hace falta porque mi papá me ayuda cuando paso tiempos difíciles. Talar árboles me gusta y me relaja mucho, mientras lo hago pienso en mis cosas.
Un día mientras talaba un árbol, vi pasar a mujer vestida de rojo, me quedé observándola por un rato y cuando ella volteó tropezó, yo ya sabía que ella tropezaría, todos los que pasan por ahí lo hacen, pero a ella no le avisé, en el fondo quería que tropezara. Al caer tiró una cesta que estaba cargando, amablemente me acerqué para ayudarla a levantar todo, ella con las mejillas más rojas que la caperuza de sus hombros me dio las gracias, su acento y su atuendo me decía que ella venía de la ciudad, y su rostro me hacía ver que no estaba muy cómoda platicando conmigo. En general las personas de la ciudad no se mezclan con las personas del bosque, las personas del bosque suelen ser muy frías y no saben como tratar a las personas, ya que acostumbramos a vivir solos y nuestras costumbres son diferentes, por esta razón los de la ciudad nos tienen un poco de miedo. Noté que la caída le causó un raspón bastante feo en la rodilla derecha, al ver esto saqué de mi mochila agua y unos vendajes para curarle la herida. Mientras le limpiaba el raspón platicamos un rato, le pregunté su nombre y porque estaba tan sola en un bosque peligroso como Boulogne, ella se negó a darme su nombre así que me limité a decirle Rouge (rojo en frances), pero me comentó que estaba en camino a casa de su abuela, ya que la mujer estaba muy enferma y necesitaba ser cuidada, pero Rouge como no conocía bien el bosque se perdió. Me ofrecí a acompañarla pero ella otra vez se negó rotundamente, aunque la había ayudado aun existía esa desconfianza ciudad-bosque, así que le expliqué como llegar y se marchó.
Sabía que esa mujer no llegaría lejos viajando sola por el bosque, y menos con esa caperuza tan roja brillante y limpia sobre su espalda, así que la seguí por todo el camino y la fui defendiendo de todos los peligros que la rodeaban, unos metros antes de llegar a casa de su abuela, se topó de frente con un lobo Huargo, estos lobos son mas grandes de lo normal, pero son muy dóciles, no son nada peligrosos para los humanos, pero los de la ciudad no saben que estos lobos nunca atacan a una persona, es mas son muy buenos y juguetones cuando los sabes tratar, así que ellos los agreden y ellos se defienden. Ella estaba a punto de aventarle la cesta de comida, yo la detuve y me acerque al lobo, lo abrace y me puse a jugar con él, ella miró sorprendida, le dije que se a acercara y que lo tocara, me costó trabajo convencerla pero al final lo hizo y se enamoró del lobo, saqué de mi mochila un conejo que había cazado en el camino y se lo ofrecí al lobo, él lo acepto sin dudarlo un segundo.
–Danielle– me llamo Danielle Leblanc dijo ella, seguido por un gracias y una disculpa por su mal comportamiento al conocerme, yo acepté la disculpa y nuevamente me ofrecí a acompañarla en su viaje por el bosque, esta vez si accedió. Mientras ella pasó a casa de la abuela, yo me quede afuera jugando con el lobo, al que decidí adoptar y nombrar Pia, cuando Danielle salió la acompañé de regreso a la ciudad. Pia nos siguió todo el camino, al llegar a la entrada de la ciudad ella se despidió de mí y del lobo y dijo que pasaría a visitarnos más seguido, yo le dije que sería un placer y que estaba invitada cuando gustara.
Mi relación con Danielle mejoró día con día, y eventualmente terminamos formando una familia, Pia sigue a nuestro lado hasta el día de hoy.
El día de nuestra boda, mi padre nos dio un libro de cuentos para contarle a nuestros hijos, en él hay una historia llamada la caperucita roja, es la historia de cómo Danielle y yo nos conocimos, pero mi padre como era muy… especial (por decirlo de alguna manera) decidió alterar la historia, en esa nueva historia yo mataba a Pia, porque se comía a la abuela y rescataba a caperucita, al leer el cuento no podía parar de reír, obviamente mis hijos no escucharon esa historia por mi boca, pero se volvió famosa y ahora todo mundo la conoce.
No hay comentarios:
Publicar un comentario